Cuando eres padre o madre, hay un montón de momentos que te hacen sentir como si estuvieras descifrando un código secreto. Los niños no vienen con manual de instrucciones, y muchas veces te quedas adivinando si ese berrinche de las seis de la tarde es porque no ha dormido bien o porque algo más está ocurriendo bajo la superficie. Y ojo, que los berrinches son solo la punta del iceberg. Hay otras señales mucho más sutiles que a veces pasamos por alto y que pueden estar diciéndonos, con letras mayúsculas, que el pequeño necesita ayuda profesional.
Pero claro, ¿cómo saber cuándo es solo una pataleta pasajera y cuándo ya deberías estar buscando el número de un psicólogo infantil? No te preocupes, no estás solo en esta duda. Como adultos, solemos tener claras las razones por las que nos sentimos de tal o cual forma. Si estamos frustrados, lo decimos. Si algo nos enoja, lo verbalizamos (al menos en teoría). Los niños no tienen esa misma facilidad para expresar lo que les pasa por la cabeza y es allí donde radica la importancia de aprender a leer esas señales.
Diferencias clave: Cómo expresan emociones los niños y los adultos
Pongámonos en contexto: los adultos somos mucho más conscientes de nuestras emociones. Podemos decir “estoy estresado porque tengo mucho trabajo” o “me siento triste porque me peleé con mi pareja”. Sabemos qué nos afecta y lo explicamos. Pero con los niños, el terreno emocional es una especie de rompecabezas. Ellos no saben exactamente lo que les pasa, y mucho menos cómo ponerlo en palabras. Un berrinche, una pataleta, o incluso el silencio puede ser una manera de decir “algo no está bien”.
Por ejemplo, si tu hijo empieza a morderse las uñas como si no hubiera un mañana o si de repente vuelve a hacerse pipí en la cama cuando ya había dejado el pañal hace tiempo, no es porque quiera hacerte la vida más difícil. Estos son indicadores de que algo lo está incomodando, pero él no tiene el lenguaje para explicarlo. A veces, ni siquiera ellos mismos entienden lo que les pasa, y ahí es donde entran en juego los especialistas.
Los niños son como pequeños espejos que reflejan lo que sucede a su alrededor. Si hay tensión en casa, cambios importantes o situaciones que no controlan (como el cambio de escuela, la llegada de un hermanito, o la pérdida de una mascota), sus emociones comienzan a bailar al son de esas circunstancias. Y cuando esos cambios se prolongan o los comportamientos se intensifican, es el momento de empezar a considerar la ayuda de un profesional.
Cambios en el entorno: Eventos que pueden afectar la estabilidad emocional de un niño
Los niños son criaturas del hábito. Les encanta la rutina, les da seguridad. Entonces, cuando de repente algo cambia, incluso si para nosotros parece insignificante, para ellos puede ser un gran impacto. Algo tan simple como un cambio de casa, la pérdida de una mascota, o que papá esté más preocupado por temas de trabajo puede ser suficiente para desencadenar comportamientos diferentes.
Imagina que de un día para otro tu hijo empieza a estar más irritable, más callado o a rechazar actividades que antes le encantaban, como jugar con sus juguetes o pasar tiempo con amigos. O que su rendimiento escolar se desplome sin motivo aparente. No se trata solo de una etapa o un mal día: detrás de estos cambios pueden esconderse sentimientos que no saben cómo procesar. Lo curioso de todo esto es que muchas veces las alteraciones más notables son las que menos esperamos. Un niño que antes era sociable, por ejemplo, podría volverse retraído. Y esos son los primeros indicios de que algo está pasando.
La clave está en observar los patrones. Si las conductas extrañas se mantienen en el tiempo, puede que estés ante una señal de alerta importante. En ese momento, es recomendable dar el siguiente paso y acudir a un psicólogo infantil. ¡Y no es nada grave! Pedir ayuda es lo mejor que puedes hacer por el bienestar de tu hijo.
Signos de alerta: Comportamientos que indican la necesidad de un psicólogo infantil
Es natural que los niños pasen por altibajos. A veces, un mal día es solo eso: un mal día. Pero, ¿cuándo esas señales empiezan a ser preocupantes? Los niños nos comunican con sus actos lo que no pueden decir con palabras, y ahí es donde entran los “signos de alerta”. Comportamientos que, si persisten o se intensifican, podrían estar pidiendo a gritos la intervención de un especialista.
Uno de esos signos es el retroceso en habilidades que ya habían adquirido. Como comentábamos antes, un niño que ya controlaba el esfínter y de repente comienza a hacerse pipí en la cama, o que antes jugaba tranquilamente con otros niños y ahora prefiere aislarse, podría estar enfrentando una situación difícil que no sabe manejar. También pueden aparecer problemas en la escuela: desde la pérdida de interés por el aprendizaje hasta dificultades para seguir las normas o socializar con sus compañeros.
No hay que esperar a que el niño toque fondo. Si observas que algo no anda bien durante un período prolongado o que sufre de ansiedad, miedo constante o agresividad desmedida, es momento de buscar una evaluación profesional. Un psicólogo infantil puede observar lo que a veces nosotros, como padres, no vemos. Y cuanto antes se haga, más sencillo será para el niño superar lo que esté viviendo.
Cómo actúan los profesionales: Evaluación, diagnóstico y tratamiento
Si decides dar el paso y acudir a un psicólogo infantil, lo primero que hará el especialista será una evaluación completa. Nada de adivinar, el psicólogo observará al niño en su entorno natural (juego, interacción con los padres) y también utilizará herramientas específicas como entrevistas y tests. Y no, no es solo hablar. La observación es clave para entender cómo se siente el niño y qué tipo de intervención puede necesitar.
Dependiendo de lo que encuentre el especialista, pueden recomendar desde terapias individuales para el niño hasta talleres familiares, para que todos aprendan a lidiar mejor con las emociones del pequeño. En algunos casos, si la situación lo requiere, podrían sugerir la intervención de otros especialistas, como terapeutas del habla o incluso paidopsiquiatras si el problema es más profundo. Pero no te asustes: lo importante es actuar rápido y de manera adecuada.
El rol de los padres: Su participación en el proceso terapéutico
Algo que a veces olvidamos es que la terapia no es solo para los niños. Los padres tienen un papel fundamental en el proceso. De hecho, muchas veces el trabajo del psicólogo infantil incluye sesiones donde los padres aprenden cómo manejar mejor ciertas situaciones en casa. Porque claro, el psicólogo no puede estar las 24 horas con tu hijo, pero tú sí.
Lo más importante es que, una vez que empiezas con el tratamiento, todos estén alineados: padres, psicólogos, maestros si es necesario, y, por supuesto, el niño. Es un trabajo en equipo. La idea es que el niño reciba un apoyo integral que le permita entender sus emociones y aprender a gestionarlas, mientras en casa se refuerzan las pautas establecidas por el terapeuta.
Conclusión: Actuar a tiempo para el bienestar emocional de los niños
Los niños no siempre saben decirnos lo que les pasa, pero sus comportamientos lo cuentan todo. Si has notado cambios en su actitud, rendimiento o hábitos que no parecen normales y que se prolongan en el tiempo, es momento de considerar la ayuda de un psicólogo infantil. Al final, no se trata solo de solucionar un problema, sino de darle a tu hijo las herramientas emocionales que necesitará en su vida.
Y recuerda, no hay nada de malo en pedir ayuda. Todos necesitamos una mano de vez en cuando, y si eso significa que tu hijo pueda ser más feliz y pleno, es la mejor decisión que puedes tomar. Así que, si tienes dudas, no dudes. ¡Ve por ese apoyo profesional!










